jueves, 12 de enero de 2017

Perlitas del matrimonio argentino

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El casorio en Argentina difiere en tantos aspectos al de otros lugares que uno no podría generalizar a menos que contara con un blog de opinión personal como éste. Es que si bien históricamente las cosas han transcurrido de manera similar en casi toda Latinoamérica, cada sitio tiene sus particularidades. En una nota de nuestro blog amigo "Buenos Aires nos cuenta su pasado" podemos leer el siguiente resumen que no por lo escueto deja de ser interesante.

"En tiempos de Colón, si un español quería casarse en América, debía valerse de las normas dictadas por la Iglesia (en el Concilio de Trento) y el Estado (las Partidas de Alfonso el Sabio). El problema era que esas normas no consideraban la unión con las nativas americanas. Por eso, Fernando el Católico autorizó en 1514 el matrimonio entre españoles e indios (manteniendo el límite de edad establecido por las Partidas: 14 años para los varones y 12 para las mujeres).
No todos podían formar una familia en tierras americanas. Por ejemplos, estaban prohibidas las uniones entre indios y negros. Esta norma no apagó las pasiones y en Buenos Aires tuvimos, en 1790, un caso “Camila O’Gorman” entre la mulata Manuela Rosalinda (26 años) y el indio José Valentín Salazar (25). Huyeron hasta que fueron capturados en Pilar. No los ejecutaron, pero ambos recibieron penas y él fue alejado de la ciudad.


Tampoco podían casarse los funcionarios representantes ejecutivos de la corona española, ni los jueces. En este último caso se consideraba que, al contraer matrimonio con una dama de la sociedad en donde impartía justicia, se corría el peligro de recibir presiones. Aquí también tuvimos una historia de amor truncada. La protagonizó el primer virrey del Río de la Plata y gobernante ejemplar, don Pedro de Cevallos, quien se enamoró de la porteña María Luisa Pinto. En este caso, el desenlace tuvo los condimentos novelescos, ya que Cevallos renunció a su cargo, partió a España a solicitar el permiso real para casarse y murió envenenado antes de llegar a la corte. En Buenos Aires, María Luisa daba a luz a Pedrito Cevallos, quien terminó peleando en las filas de Güemes.


El 23 de marzo de 1776 -meses antes de que Cevallos se enamorara- se estableció la obligación del permiso paterno para que pudiera llevarse a cabo la boda. Hasta ese momento, los padres solían interceder en las uniones que no aprobaban acudiendo a la justicia, donde intentaban probar que existía algún impedimento. Esta norma facilitó el trámite a los suegros disconformes.
Mariquita Sánchez escribió que en su juventud eran comunes los casos en que el padre arreglaba el casamiento de su hija, quien se enteraba apenas cuatro o cinco día antes de que se concretara. Ella misma protagonizó uno de los grandes escándalos sociales cuando durante la fiesta de esponsales (o de compromiso) dada en su casona, con apenas 14 años se negó a aceptar el candidato que su padre había elegido para yerno. Aclaremos que ella estaba enamorada del joven Martín Thompson y su padre pretendía casarla con un señor de 36 años mayor que ella. La justicia virreinal tomó parte y, luego de tres años de expedientes se dictaminó que podría concretar su casamiento.


Es necesario aclarar que la fiesta de esponsales solía tener más brillo social que el festejo del casamiento. Se consideraba que luego de una fiesta de compromiso estaba todo dicho y muchos padres ya no actuaban como perros guardianes de la hija que ya había pasado por el trámite de los esponsales (de paso, aclaramos que las palabra esposos proviene de los esponsales). A partir de la fiesta de compromiso, el plazo para que el novio concretara la boda era de dos años. Si no cumplía, podía ser obligado a pagar una dote o también a casarse por la fuerza. Incluso podía ser encarcelado por inclumplidor.


El próximo gran cambio definitivo fue la Ley de Matrimonio Civil de 1888. Generó fuertes polémicas y hubo matrimonios que apuraron su casamiento (por ejemplo, los padres de Florencio Molina Campos) para hacerlo solo por iglesia un día antes de que entrara en vigencia, como una forma de protesta ante el nuevo sistema. Luego llegaría la también controvertida Ley de Divorcio Vincular, de 1987. Aquel fue el último mojón antes de la sanción de la Ley de Matrimonio entre personas del mismo sexo." Fin de la cita como diría el amigo Mariano Rajoy.


Dicen que ya nadie se casa. En el último informe de la Dirección Nacional de Estadísticas y Censos indicaron que se produce un divorcio cada dos matrimonios nuevos y que desde la década del noventa se detecta un incremento sostenido en la cantidad de divorcios.

Todo esto sin considerar que hay cada vez menos casamientos en la Ciudad. En un informe difundido sobre "Matrimonios en la Ciudad de Buenos Aires 1990-2013", se reveló que el número anual de casamientos registrados en la ciudad se redujo casi exactamente a la mitad. Pasó de 21.966 a 11.642.


Yo digo que se debe a que las minas están locas (lo digo por ser hombre y porque estuve divorciado) y el encargado de la playa de estacionamiento refuerza mi idea contándome que en la última búsqueda de personal, en la franja de los 22 a los 35 años, se presentaron un 95% de divorciados ( viviendo casi en la miseria para pasar alimentos).

La relación entre divorcios y matrimonios, desde mediados de la década de los noventa, muestra un incremento sostenido que se explica por el descenso de la cantidad de matrimonios, mientras el número de divorcios permanece entre los 6000 y los 7000 por año.

En la medida en que aumenta la expectativa de vida las posibilidades de que una pareja se mantenga unida por decenas de años van desapareciendo.
Claro que cuando la gente se casaba en la colonia lo hacía a los 15 o 18 años, Su expectativa de vida rondaba los 30, así que aguantar una vida de casado por 12 años no era un récord que digamos. Pero casarse hoy en día a los 24 o 30 (siempre recordar que a los 26 las mujeres sufren de la desesperación maternal) significa que uno debe lidiar con una mujer que se siente emancipada pero que debe ser mantenida por cerca de unos 60 años si Dios nos da paciencia y salud.
Mejor cásese de viejo.
Si, ya sé, lo mismo vale a la inversa, hombres desesperantes y mujeres estoicas, pero deje que en mi blog dé mi opinión libremente. Vale?

Cuando me puse de novio hace 50 años (me cuenta el mismo encargado de hace un rato) vivía a 20 kilómetros de la casa de mis suegros. Los sábados la podía invitar al cine siempre y cuando volviera a las seis de la tarde. Y si me invitaban a comer revioles al día siguiente, tenía que recorrer los 20 kilómetros ida y vuelta. -¿No me puedo quedar a dormir?- le preguntaba a mi suegro.- Si quiere comer ravioles venga mañana- Era la escueta respuesta. Sólo pude quedarme a dormir la noche antes del casorio. Y duramos 50 años y tal vez unos cincuenta más.

Los tiempos han cambiado y el futuro se muestra diverso, sin ataduras ni reglas donde cada uno podrá hacer de su culo un florero en la medida en que no haya menores implicados.

Vienen épocas donde la palabra misma "Matrimonio" o "Maridaje" sólo se aplicará al ensamblaje de autos y  a combinaciones de bebidas y carnes.

Taluego.

Fuentes: buenosairesnoscuentaelpasadoye.blogspot.com.ar y La Nación

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El artículo Perlitas del matrimonio argentino fue publicado por OPin el jueves, 12 de enero de 2017. Esperamos que le sea de alguna utilidad o interés. Gracias por su visita y no olvide dejar su comentario antes de partir. Hasta el momento hay 0 comentarios: en el post Perlitas del matrimonio argentino

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