jueves, 14 de noviembre de 2013

Imprudente impunidad femenina

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Circulo con mi auto por una populosa avenida de zona urbana sur, cuando tal vez cien metros más adelante vislumbro un semáforo con giro a la izquierda que cualquiera que pase asiduamente  por Av. Pavón a la altura de avenida Galicia, sabe que está allí. También sabemos que giran varias líneas de colectivos y que si nuestra intención es continuar derecho, lo mejor es tomar el carril central.
Por eso me voy abriendo de a poco mientras contemplo que un colectivo ya se ha detenido con su guiño parpadeante y una Ford Eco Sport se queda atrapada detrás cuando en realidad quería seguir corriendo. Como ocurre en más de una oportunidad el conductor metió el guiño y en una típica actitud de "dame pista que yo soy piloto", no solo inició la maniobra de esquive luego de haber parado, sino que se le cruzó a otro auto que no tenía la menor idea de que quien se le cruzaba era el rey de Inglaterra de visita, y no pudo frenar.
Desde mis cien metros de distancia observé los pedazos de plástico volando y el derrape del auto que aún habiendo intentado frenar se había "comido" al vehículo del descuidado piloto. Como ocurre en estos casos , quién mejor maneja suele arrimar al cordón para realizar el intercambio de datos y papeles que el seguro nos reclamará. El conductor del otro auto estaba en eso cuando desde la Eco Sport asoma la figura de una fémina que obraba de acompañante, supuesta esposa del conductor, quien a grito pelado y a la carrera cruza por en medio de los otros autos que intentaban sortear los restos dispersos del impacto, hasta llegar a la ventanilla del inocente y sorprendido conductor que desde el interior debió soportar estoicamente todo tipo de insultos y golpes sobre la carrocería de su ya dañado auto.
El marido de la niña exaltada había estado intentando evaluar los daños de un accidente que como tal, para él no tenía culpables, cuando debió suspender la estresante tarea para ir a rescatar a su mujer de un posible homicidio justificado, o sea, que alguien perdiera la paciencia y se decidiera a partirle la cabeza soportando el inevitable juicio por violencia de genero, pero por supuesto, en medio de nuestros aplausos.
Fuera de broma, la imagen de este pobre sujeto arrastrando a su mujer totalmente sacada, mientras ella continuaba gritando y esforzándose por soltarse del abrazo de su marido para ir corriendo a golpear al otro pobre tipo, es algo difícil de relatar pero que queda grabado en la retina como ejemplo de este tipo de  sentimiento de impunidad del que hoy le estoy hablando.
Con este pequeño relato introductorio quiero ponerlo al tanto sobre el tema del post sin tanto texto teórico que lo aburra. Hablamos de las mujeres que se sienten poseedoras de impunidad absoluta por su género y suelen involucrar en disputas no deseadas a sus propios maridos, so pena de etiquetarlos de maricones o de héroes cuando encarguen al marmolero  la lápida de sus tumbas.
No todas las mujeres son así, ya lo sé, mi propia esposa condena ese comportamiento, pero a la vez me ha involucrado en algunas contiendas de cola de supermercado en las que podría haber salido desfavorecido, sobre todo cuando el cajero mide un metro noventa y tiene 21 años.
¿Nunca le tiró el auto encima una señorita que sale del garage de su edificio pensando que el mundo se detendrá para dejarla pasar?
En otro post también le conté de alguna conductora que empujaba los autos estacionados bajo la sombra de algún frondoso árbol para obtener toda la sombra para el propio
Bueno, yo estoy dispuesto a hacer justicia por mano propia cuando mi seguridad esté en juego por una mujer que cree poder llevarse de arriba cualquier mal comportamiento. Yo soy capaz de patearle el auto, no más que eso claro, no quiero ir preso.
La macana es que como me ha ocurrido en alguna oportunidad, es posible que me digan, "no importa, el auto no es mío, me lo prestó mi novio".


Le cuento tan solo uno más y lo dejo que siga con lo que estaba haciendo.
Uno de los más reconocidos neurocirujanos de Buenos Aires había ido a hacer sus compras en  un famoso hipermercado de la Provincia de Buenos Aires. Una vez que encontró un lugar donde estacionar su auto en la playa del mismo, otro conductor le cruzó su vehículo impidiéndole la entrada y robándole así el único espacio disponible. La mujer de este médico, también médica ella, comenzó a proferir insultos a voz en cuello, mientras le insistía al marido que no diera marcha atrás y que peleara por ese puesto arrebatado. La situación creció en violencia verbal pero el lugar en el estacionamiento se lo terminó llevando el otro, no sin que antes la señora descargara sobre él todos los insultos que había aprendido en sus casi cuarenta años de vida y algunos otros que recién había terminado de inventar.
Luego de girar y girar a la espera de un nuevo lugar finalmente pudieron dejar el auto arrimado en una esquina dudosamente autorizada y dirigirse hacia el interior del negocio para hacer sus compras de la semana. Lamentablemente el otro conductor los estaba esperando y por la espalda , con un caño de media pulgada, procedió a romper el cráneo de ese hasta el momento famoso neurocirujano que había invertido en estudios más de diez años y practicado otros tantos para llegar a ser un tipo que se dedicaba a salvar vidas, incluso las de energúmenos como quién procedía a romperle el cráneo en varios pedazos en ese momento.
Observese que apuntó sobre el macho de la especie y dejó sin daño a le hembra a su lado, aunque fuera la única que lo había insultado salvaje y profusamente, se supone que por una cuestión de hombría asociada a la utilización de la fuerza , cosa que siempre termina pesando en nuestra contra.
El asesino en ciernes se dió a la fuga con lenta parsimonia, ya que como sabríamos luego, era un conocido matón de la zona, arreglado con La Bonaerense para permanecer en libertad mientras hiciera algunos trabajos para ellos.
El médico entró en paro y su mujer lo resucitó más de una vez mediante maniobras de RCP hasta que llegara la ambulancia, que como todos sabemos, en provincia suelen ser algo difícil de conseguir.
En el hospital de la zona, un medico de emergencias de la misma especialidad, llegó tarde y mal almorzado enfundado es sus ojotas rosas y camisa hawaiana generando cierta desconfianza en su probidad profesional. Nada más alejado de la realidad, fue en definitiva quién salvó al médico agredido mediante una trepanación que descomprimió el enclavamiento que ya presentaba su cerebro.
Lamentablemente un trauma de este estilo termina teniendo secuelas y ese profesional preparado y eficiente no pudo volver a trabajar nunca más. Ahora exhibe una placa de metal en su cabeza, se moviliza muy lentamente y ha vuelto a aprender a hablar. Suponemos que su esposa se ha dado cuenta que no es positivo pelearse con desconocidos en cualquier lugar escudada en que a una mujer no se le puede hacer nada, porque los que terminan pagando los platos rotos son generalmente quienes las acompañan.
Ese tipo de sentimiento de impunidad, aún cuando la misma sea inexistente, siempre tiene consecuencias en los inocentes que las acompañan, sean hijos , maridos o novios, porque nadie piensa que por ser hombres se nos debe tener respeto y evitar agredirnos, no, eso está reservado a las señoras protegidas por leyes anti violencia de género. Aunque las violentas sean ellas.


No, las mujeres están haciendo abuso legal y formal de derechos que deberían estar mejor acotados o que en definitiva no deberían tener. Cuando se dedican a agredir escudadas en su género, no solo están jugando con fuego, sino que caminan por el borde del maltrato hacia quienes caminan la vida a su lado.

Taluego.

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