jueves, 10 de diciembre de 2015

El Relato adolescente

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Sería poco realista asombrarse si un adolescente que ha recibido un boletín de calificaciones lamentable lo oculta de sus padres aún a sabiendas de que será imposible mantenerlo alejado de sus miradas largo tiempo. Es el mismo esquema de pensamiento por el cual un gobernante puede ocultar los datos de pobreza, alterar las mediciones estadísticas o inutilizar el organismo que las generan, sin que se le mueva un pelo ni entienda por qué la gente se altera tanto.
Al igual que el adolescente, espera el momento apropiado en el que lo hecho pierda importancia, sea porque ya ha repetido el año o porque situaciones más graves hagan irrelevante un castigo. Digamos por el divorcio de los papás.
Tanto el adolescente como el gobernante lo hace como un acto premeditado de superioridad intelectual o viveza descarada probando límites. 
En la adolescencia, el humano alcanza la capacidad de pensamiento abstracto que le permite realizar operaciones mentales. Es el momento en que pasa de un tipo de pensamiento ligado a lo tangible y a lo concreto, a un modo de pensar en el que ya puede hacer hipótesis, abstracciones, reflexionar sobre sus propias ideas, criticar las opiniones de los demás, tomar decisiones anticipando las consecuencias y adquirir nuevos valores.

Uno de los aspectos de ese desarrollo intelectual que alcanza el nivel más encumbrado es el razonamiento moral, en el que la moralidad es totalmente internalizada. El sujeto es capaz de reconocer conflictos entre diferentes patrones morales y elegir entre ellos. Claro que no siempre lo hará de la manera esperada y es así como nos encontramos con muchachos que en una aparente involución cuestionan cada cosa que se les presenta con un constante ¿Y por qué? que altera al más pintado. Así es que escuchamos a los ideólogos de la modernidad cuestionarse si un debate presidencial debe ser organizado por una ONG o por el propio gobierno en ejercicio; si el bastón presidencial se entrega en Casa Rosada o el Congreso; si inaugurar una misma obra cinco veces está bien o está mal; si saturar con Cadenas Nacionales de Propaganda es una prioridad de emergencia o un capricho unipersonal, etc. etc.
Al igual que el adolescente que le choca el auto al padre, el gobernante populista suele ocultarse en su habitación alejado de las preguntas y el enojo de quién era dueño del vehículo. La diferencia es que el gobernante se refugia en silencio en su mansión patagónica y el coche chocado puede tener más de 51 muertos.El adolescente se va a bailar descaradamente mientras en alguna provincia pequeña y azucarera los manifestantes caen como moscas.

El adolescente suele pensar también que su vida es eterna, que la enfermedad y la muerte es para los viejos mayores de 35 años y que son inmunes a cualquier bala. En esa línea de pensamiento intentaran saber más que los profesionales médicos, no seguirán los tratamientos indicados e incluso se someterán a operaciones innecesarias debido a su pensamiento de infalibilidad. Así mismo algún gobernante no escuchó a sus médicos, se fue a su lugar en el mundo y en una triste y fría noche patagónica abandonó la vida convencido que el error era de los demás. O su propia pareja se operará un tumor que no existe y otro y otro más...
El adolescente se parece mucho a un político populista con la excepción que el político sigue esos lineamientos conscientemente para desorientar sobre sus oscuras intenciones de derivar los fondos estatales hacia sus cuentas bancarias.
El Populismo tal como una religión requiere de acólitos que lo sigan ciegamente y es allí donde aparecen los militantes, personajes sin calificaciones personales que se cuelgan de la teta del Estado para acceder a aquello que por méritos propios jamás estaría a su alcance. Y son todos jóvenes. Tal vez porque a un viejo es más difícil hacerlo actuar ciegamente.
Por eso tampoco entienden de Meritocracia ni de buena administración de los dineros públicos. Como muchacho que gasta la tarjeta de papá sin miramientos, el populista piensa que el dinero se imprime en una fábrica de la que él es dueño y por lo tanto administrar o gerenciar es para quienes son esclavos de intereses foráneos.
El adolescente culpará a otros por su errores y destruirá la pelota cuando no lo dejen jugar. Y cuando hablamos de pelota, estamos haciendo una metáfora berreta de un país, se entiende.
Junto a ellos están los simpatizantes fundamentalistas que no soportan una crítica sin insultar o dar de baja en las redes sociales a su más antiguo amigo por pensar diferente. Tipos que como trollers salen publicando barrabasadas a las que al ser respondidas aplican su propia ley de censura y la respuesta nunca es otra que la más denigrante. Es que como preadolescentes hacen rabietas y pucheros cuando se los contradice.

 El adolescente no argumenta, insulta.

Según los psicólogos, el desarrollo moral es el progreso del sentido individual de la justicia, y se centra más en las ideas que se tiene de la moralidad, que en la manera de actuar.
El control del comportamiento es interno, tanto en la observación de la norma como en el razonamiento sobre lo que es correcto o incorrecto. La comprensión de la moralidad suele ser incoherente con el comportamiento real, por lo que la conducta moral varía en cada situación, y es impredecible.
Así es que la adolescencia no es igual para todos ni termina en el mismo momento.
En el caso de un país, tiene mucho que ver con sus gobernantes, de tal manera que podemos inferir que hoy día el 50% de la población argentina se ha quedado en una eterna adolescencia mientras otro 50% ya ha entrado en la edad adulta.
Claro, ser adulto no es tan descansado como descargar todo en los demás. Hay que hacerse cargo de todas nuestras acciones y no se nos permite culpar a los otros.
El inepto o el vago no tendrá su lugar y el arduo trabajo ocupará el lugar del divague improductivo escuchando música las 24 horas del día sin apagar el equipo ni para defecar. 
Desde el año 2009 al 2015 Argentina ha sido tomada por asalto por un grupo de irresponsables que han sabido disfrazar la realidad mediante la autosatisfacción inmediata del consumismo. Como adolescente que se encierra por horas en el baño, la masturbación reiterada y compulsiva del consumista ha instalado una sensación de felicidad que nos lleva a un futuro de soledad y carencias que no se podrán solucionar.
Despedirse del más alto cargo de la Nación con una disputa hogareña sobre dónde hacer un acto, no es otra cosa que intentar mantener la atención sobre el megalómano que se retira y no soporta perder su cuota de poder, a tal punto de ser recordado no por sus logros sino por sus berrinches.
Madurar es la idea. Planificar en función del futuro y bienestar común significa que en lugar del Pan y Circo de los feriados interminables, el derroche de fondos, el escándalo premeditado y la mentira institucional, pasemos a lograr la ocupación completa, el desarrollo de las zonas más necesitadas, planes de vivienda para nuestros hijos, salud para todos en todos lados. Y eso, eso no está en el populismo ni en el comunismo. De lo contrario Cuba o Venezuela serían un paraíso donde todos gozan de una vivienda, salud y bienestar. Pero no veo a ninguno de nuestros políticos populistas adolescentes, ni a sus acólitos militantes, pidiendo la ciudadanía o mudándose allá. Más bien veo empresarios de hotelería y Stalinistas de Puerto Madero.
No. Todo adolescente sufre su período comunista o populista hasta que compra su primera propiedad. Luego se hace conservador, claro, para que ningún loquito con ideologías extrañas y que aún no ha madurado, se la pueda quitar.
Sólo los políticos seguirán manipulando al imberbe que lucha sin éxito por encausar su libido en algún lugar. 

Taluego.


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El artículo El Relato adolescente fue publicado por OPin el jueves, 10 de diciembre de 2015. Esperamos que le sea de alguna utilidad o interés. Gracias por su visita y no olvide dejar su comentario antes de partir. Hasta el momento hay 0 comentarios: en el post El Relato adolescente

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